Por otro lado cuando las tasas de cambio incrementan, muchos agentes económicos se ven comprometidos, veamos:
En primer lugar la inversión extranjera se ve desestimulada; debemos considerar que siendo Colombia un país donde el ahorro percápita es bajo, la presencia de capitales foráneos es indispensable para inyectar liquidez a los mercados de capitales y facilitar su movilidad. De otro lado si centramos nuestra atención en la inversión extranjera directa, los flujos de capitales provenientes del resto del mundo traen consigo un interesante componente de transferencia tecnológica que mejora los procesos productivos sectoriales y la competitividad del país; si devaluamos estos beneficios se ven “erradicados” o, por lo menos, severamente desmotivados e igualmente ponemos un gran estímulo a la salida de capitales nacionales, los cuales entrarían a financiar la dinámica de otras naciones.
En segundo lugar es necesario analizar los flujos de deuda. En efecto, tenemos claro que el principal deudor en moneda extranjera (individualmente considerado), es el Estado y, que la aplicación de su gasto se orienta hacia el servicio de su deuda (interna y externa), la inversión pública (social y física), y el financiamiento de su propio funcionamiento. En un ambiente devaluacionista, el servicio de la deuda, obviamente se incrementa y dadas las limitaciones presupuestales en el corto plazo, tal presión al alza se financia con reducciones en la inversión pública ¿Cómo puede hablar de competitividad un país que expone su inversión en educación, salud e infraestructura física (puertos, vías, comunicaciones, electricidad, entre otros), a merced de los choques cambiarios?
En último lugar, muchos de nuestros exportadores, son también importadores ¿acaso una tasa de cambio devaluada no encarece el precio de los insumos y reduce los márgenes de ganancia de las empresas exportadoras? Ese círculo vicioso termina por propiciar las condiciones para que los exportadores exijan mayor protección e incluso subsidios y para-subsidios para sostener su competitividad global. En definitiva, ¡flaco favor el que le hace la revaluación a la cultura y plataforma competitiva del país en el largo plazo!
Sin embargo es necesario recordar que la competitividad, así como la economía en su conjunto, no funcionan con variables volátiles al extremo, sino con tendencias armónicas que permitan optimizar los equilibrios generales. Una depreciación de la divisa que la ubica en niveles cercanos a los de hace una década, ejerce una presión inconmensurable sobre los sectores productivos, en un periodo de tiempo muy breve, pero es también la oportunidad de reconvertir el stock de bienes de capital de sectores que pueden ofertar valor agregado a los bienes exportables y crear una cultura de competitividad basada en diferenciación de producto y no en artificios cambiarios que incidan sobre el ingreso de los productores. Estamos pues en un escenario para refinanciar el endeudamiento, crear excedentes para la inversión por parte del Estado y los particulares, crear conciencia alrededor de la administración del valor como elemento competitivo y dar un giro trascendental a la visión de una Colombia global, competitiva y sostenible en el largo plazo.
Giovanni Montoya Aldave. Analista económico y financiero. Consultor empresarial.
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